Media vida sabiendo de ellas, pasando cerca o viéndolas de lejos,
pero hasta fechas muy recientes no empezamos a sentir la “llamada”. Esa que se activa en un momento de descuido, tras un trago de cerveza y se propaga como la pólvora hasta transformarse en una necesidad imperiosa. Aquel inspirador día empezamos a desarrollar la estrategia para este nuevo reto. En principio solo teníamos constancia de una cascada enorme, de 70 ó 90 metros según diversas fuentes, por lo que creíamos iba a ser una tranquila jornada disfrutando del monte y, de regalo, montar un par de rápeles sobre una lengua de agua. Sabíamos también que este salto de agua ya estaba abierto hace más de quince años por lo que a primera vista dedujimos dos cosas: no íbamos a ser los primeros y la equipación dataría del Neolítico inferior. Con estos antecedentes concretamos rápidamente el tema material (dos cuerdas de 50, una de veinte y una de 10, además de cintajos, cordinos y cacharrería metálica típica al uso). Para el acceso tuvimos alguna duda más, pensando en tirar desde la Focella o buscar una alternativa desde las cercanías a la base de las cascadas, donde llega una
pista proveniente de la carretera que sube al Puerto Ventana. Esta pista fue explorada por Justo con la moto para una mejor comprobación del terreno, llegando a la conclusión de poder transitar hasta su finalización con todo terreno. Luego, caminando hasta la base de la que sería la última cascada creyó posible una remontada monte a través para cortar el camino que, desde la Focella, desemboca en la Braña de Las Navariegas y nos dejaría en la cabecera del supuesto resalte. Este “atajo” nos evitaría, por un lado, un buen rodeo hasta dar con el camino de marras desde el final de la pista y por otra parte, empezar la ruta en el mismo pueblo.
Una vez perfilado el plan, marcamos un primer intento para el día 22 de Junio, y digo intento, porque no llegamos a ni a oler el agua. El caso es que la remontada por el monte hasta empatar con el camino oficial se convirtió en una penosa subida por un inestable canchal, para luego terminar trepando por una canal-chimenea bastante verticalilla y exigente que nos dejó bien calentitos. De lo malo, las vistas eran privilegiadas y pudimos constatar ya, la presencia de al menos tres cascadas de importantes dimensiones… ¡Adiós a la relajada jornada dominical! Durante uno de los breves descansos que nos concedió la
Terminamos de superar la barrera rocosa y por fin damos con el camino principal, nuestro verdadero objetivo desde que empezó el día. En pocos minutos nos adentramos en una hermosa viesca de la que disfrutamos durante un breve trecho aunque nos impida la visión del arroyo que burbujea por debajo. Son unos cientos de metros hasta que camino y
Esta primera incursión sirvió para darnos cuenta de que la empresa iba a ser un poco más intensa y que gracias a la variante de retorno empleada, aclararnos el camino de subida.
En el inicio van sucediéndose resaltes de poca envergadura que se solucionan a base de destrepes más o menos comprometidos o anclando alguna cuerda a los numerosos árboles que acompañan nuestro divagar por esta parte del río. También disfrutamos de algunos toboganes que amenizan aún más, si cabe, este tramo superior mientras nos acercamos paulatinamente hacia la potente capa cuarcítica, donde la brega se intensificará acorde al nivel de los obstáculos. La explicación a esto radica en la naturaleza de los materiales por los que discurre el torren
Ya encarados con el primer resalte de importancia localizamos los vestigios de los primeros equipadores, dos clavos ferruñosos que hablan de épocas ye-ye (¿Neoprenos de pata de elefante?) y en él que únicamente cambiamos el cordino, y es que cuando nos sale la vena ratilla lo aprovechamos todo… en fin, que le vamos a hacer, somos fieles devotos a la virgen del Puño Cerrao. Quince metros por debajo, enlazamos con otra cascada cuya instalación se encuentra en un árbol situado a la
Buscamos la mejor manera de acceder a la cabecera pero la cosa pinta fea puesto que el acceso tiene forma de tobogán y, aunque presenta una zona protegida a la izquierda, el destrepe puede acabar en un salto de 26 metros… Como no nos molan los dentistas, salimos del cauce por la parte izquierda y subimos unos metros hasta localizar un arbolito de confianza y bien situado, donde instalar una cuerda y acceder a la marmita en condiciones. Ponemos una cuerda de diez metros, que a la postre sería el anclaje principal del cual rapelaríamos toda la cascada y nos acomodamos en la repisa de marras. Elucubramos la mejor forma de equipar la cascada y siguiendo la tendencia de los cuerpos a la mínima energía y tras haber jodido uno de los espitadores caseros que llevábamos, aprovechamos los diez metros para anclar en su extremo otra cuerda y usar aquel arbolito como seguro de vida. Disfrutamos de un
El pasamanos desemboca en el borde del salto de agua y consideramos que la instalación, pese a llevar mucho tiempo a la intemperie, está en condiciones de uso para asegurar la bajada desde allí. La duda era sí uniendo las dos cuerdas de 50 que portábamos serían suficientes para salvar el desnivel o por el contrario deberíamos fraccionar en algún punto intermedio. Así que como dicen; “despacio y con buena letra” acometemos este gran rápel. El tiro de la cuerda, de mano, es limpio y evita por la parte derecha la mayor concentración de agua, lo que nos permite observar los pasos que vamos dando y las opciones que ofrece la cascada en caso de instalar una nueva reunión. Casi a mitad de descenso localizamos unos anclajes en una ruptura de la pendiente. Presentan un estado lamentable con una gran porción de agua cayendo sobre ellos, por lo que desistimos de pararnos allí y continuamos a bingo. Por fin nuestra curiosidad se ve satisfecha al salir de esa repisa y ver como los cabos de las cuerdas cuelgan a
En resumen, el cañón consta de nueve rápeles, para totalizar unos trescientos metros de desnivel en ochocientos de longitud. Es de carácter abierto, de respuesta rápida en caso de fuertes precipitaciones (debido a su cuenca impermeable) y bastante técnico, por lo que nuestra intención es retornar para reequiparlo de forma que se pueda realizar el descenso con un mayor caudal y darle mayor brío ahora que ya lo conocemos. Un magnífico Domingo, sin duda.
ANGEL GARCÍA MADRERA
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