13 de octubre de 2008

LA SIMA DE CASTAÑEO

Hace ahora casi un año, nos encontrábamos (para variar, mi hermano Justo y el menda) inmersos en una búsqueda sistemática de simas por todo el centro de la región. Cualquier mínimo afloramiento de caliza sospechoso de tener agujeros aptos para consumo… por supuesto espeleológico, era y es digno de nuestra atención. De esta labor prospectiva fueron surgiendo diferentes y variados pozos bastante interesantes y algunos de ellos con maravillosas perspectivas de continuación. La principal baza para dar con estos pozos, porque la verdad que, alejados de las grandes zonas montañosas como son Picos de Europa y las Ubiñas localizar una cueva o sima es como encontrarse la minga en invierno, son por una parte la suerte, con una fiabilidad muy baja y por otro lado y sobretodo los paisanos de los pueblos. En este matiz radica uno de los momentos más disfrutones de cualquier exploración. Ver como pasan del recelo, de la mirada torcida como preguntándose “que carajo de cueva ni cueva vais a buscar vosotros dos, gañanes”, a comer en su casa e incluso dejárnosla para ir con las churris a pasar la navidad, es cuanto menos sorprendente y desde luego grato y divertido. De hecho siempre estamos al tanto, en cada incursión subterránea, de toparnos con el “oro de los franceses” o con el cadáver de la pastorina, que cayó hace muchos años y del que solo se localizó el collar de cuentas o bien sus pendientes en una fuente del pueblo de más abajo, etc, etc… Eso sí, de las toneladas de barro que en múltiples ocasiones llevamos pegado no se quieren hacer cargo con el mismo afán como del oro. Incluso en una ocasión dos tipos de un pueblo de Belmonte, con cara de mala ostia nos advirtieron de que “el oro que encontrásemos allí abajo era del pueblo…”

En el caso que nos ocupa y durante un lluvioso sábado, decidimos pasarnos por Castañeo del Monte a tomar un vasín y ya puestos, preguntar a alguno de los vecinos por el inframundo. En esta zona, la única posibilidad de encontrarte con una cueva se halla en una pequeña sierra caliza (Las Garradas) situada a los pies del pueblo y que hace de límite Occidental en el valle del Trubia durante un corto trecho. Logramos dar con la sima gracias a la ayuda del hijo de Samuel (dueño del bar del pueblo), que tiene cabras en la zona y que tuvo la amabilidad de mostrarnos la entrada aprovechando que iba a subirles la comida a los perros que las vigilaban. Ya de camino nos enseñó también un pequeño pozo de 30 m por el que se había caído un chaval del pueblo unos años antes con consecuencias dramáticas para él.

Después de una subidita de casi media hora, alcanzamos un collado en la zona más al norte de la cuerda rocosa y tras pasar un buen rato escudriñando en el margen oriental del mismo, hallamos el agujero en medio de una zona de pasto. Esa es la palabra justa… agujero, y de entrada, de los de sudar la gota gorda para meterse en él. Además tuvimos que desobstruir el acceso quitando unos grandes bloques que se habían puesto ahí para evitar que los animales de la zona rompiesen una pata, porque desde luego, lo que se dice caer adentro estaba un poco difícil, vaya, si no eres un topillo…

Una vez acomodados en el interior reaseguramos la instalación de la entrada con una seta de roca en una minirepisa, desde la cual empieza la primera tirada de cuerda. Una vez comienzas la bajada el cambio es total en cuanto a dimensiones se refiere, así mientras descendemos al pozo, las paredes se van alejando de nosotros, dando fe de la enorme paciencia del agua para disolver y mover toneladas de material, dejando este enorme y profundo abismo como resultado. Decenas de metros más abajo nos aparece un pequeño embudo, el cual debes superar apretándote bien, empleando la famosa técnica “sandwich de jabalí”. En este punto hubiera sido conveniente fraccionar el pozo con una nueva instalación, pero como vimos que el tiro de la cuerda era bastante limpio y no se apreciaban rozamientos importantes decidimos seguir hasta el final del mismo en una modesta repisa cubierta de barro y bloques caídos de las zonas superiores. Inmediatamente observamos el siguiente pozo, de longitud variable según optemos por seguirlo o abandonarlo (a los diecisiete metros aproximadamente) por una rampa descendente repleta de enormes rocas, coladas y barro… mucho barro (pa nuestro regocijo) hasta una pequeña sala de altísimo techo, algo más limpia y donde podemos disfrutar de algunas típicas formaciones carbonatadas. Después de un pequeño descanso, descendemos por unos resaltes bastantes verticales ayudándonos con una cuerda por seguridad. Ya a la vuelta pudimos evitar el uso de ésta para remontarlos, dada la cantidad de buenos agarres observados a la bajada. Hacia la parte baja de este resalte las paredes vuelven a estrecharse y la progresión se hace bastante incómoda, por barro, hasta alcanzar la cabecera de un pequeño y estrecho pozo (10 m), que sigue una marcada diaclasa de la formación caliza en un giro de 90º hacia el Norte. En esta cabecera confluyen el segundo pozo, que habíamos abandonado en la sala descrita anteriormente con el sistema principal que vamos siguiendo.

Con dos toneladas y media de barro a cuestas, el corto y estrecho pasillo situado en la base de este pocillo nos deja en la parte alta del último pozo, desfondado unos 45 m en un volado impresionante no solo por la envergadura de alguna de las salas que cruzas sino por la vista de una gran colada de color blanco purísimo casi al final del mismo. Llegamos así al término de este modesto sistema cuya sala terminal, de reducidísimas dimensiones, se haya plagada de estalactitas que presentan unas coronas carbonatadas horizontales bordeando los extremos basales de estas estructuras, como si las estalactitas estuvieran en clase de danza clásica y llevarán puesto el tutú. Esta curiosidad nos indica una antigua acumulación de agua hasta ese nivel, entrampada y de poca duración.

A partir de aquí queda lo más “divertido” de la exploración espeleológica, remontar los puñeteros pozos, recuperar el material cargándolo a cuestas y llenarte de barro (más si cabe) hasta las cejas. Un par de horas después de iniciar el retorno, avistamos por fin las anheladas luces del día. Solo queda quitarse todo el material, fozar como un jabalí para salir de la ratonera y rogar a al cielo por una birra… bueno y algo pa comer. Para llevar a cabo semejante acción toca sablear a la “mamma” (que por divinos azares, vive muy cerca), ducharse y escapar antes de que se de cuenta de que le dejamos las toallas echas una mierda… Total, iba a reñirnos igual, jeje.

Como datos más técnicos, decir que este sistema presenta un desnivel de entre 140 y 150 m de profundidad sin apenas continuidad lateral, desarrollándose sobre unas calizas masivas de época carbonífera (Formación Caliza de Montaña, cuyo origen se remonta a hace 300 millones de años). La boca de entrada se encuentra localizada en lo alto de la sierra, sobre un pequeño rellano en el margen oriental y colgado a gran altura sobre el río Trubia. Esta característica morfológica pudo ser determinante para explicar la génesis de la sima. La potencia de la cobertera vegetal en esta zona sería sensiblemente menos importante miles de años atrás, por lo cual el rellano mencionado antes se trataría de una cubeta o pseudodolina, donde la retención del agua (por supuesto debida a las precipitaciones, dada su situación en cotas altas) sería más importante así como el tiempo necesario para atacar, disolver y erosionar las partes más débiles del sustrato rocoso e infiltrarse en él.

La evolución en profundidad queda ya en manos de las discontinuidades de la propia roca y de los aportes de agua; Superficies de estratificación, diaclasas, intercalaciones de otros materiales más débiles, la heterogeneidad en la composición mineralógica de la propia roca, etc, etc, condicionarían la ruta a seguir por el agua en el trayecto de salida al exterior atraída por la fuerza de la gravedad y por tanto la morfología y las formaciones presentes en la sima.

Por otro lado, es más que probable la presencia de un antiguo flujo de agua ya en el interior de la sima. Esto queda reflejado por la colada blanca observada en la bajada al último pozo. Según la dirección del curso de agua que generó esta formación (proveniente del Norte aproximadamente), el origen probable de estos aportes estaría en la infiltración a través de una enorme fractura (falla geológica con una orientación NW/SE) que corta la parte más septentrional de la banda caliza desde la zona de la Sierra de Buanga. Esta estructura favorecería la captación y el movimiento de agua a su través, pudiendo perderse parte del caudal movido al atravesar la sierra caliza y derivarlo hacia la sima. Actualmente se trata de un sistema fósil, donde ya no circula el agua por lo que las posibilidades de continuación (a base de desobstrucciones sin duda) son prácticamente nulas.

ANGEL GARCÍA MADRERA

No hay comentarios: