2 de diciembre de 2008

SISTEMA DE LA VEIGALONGA

Durante cuatro fines de semana fue nuestro principal objetivo, desentrañar los secretos de este emocionante regalo de la naturaleza. Casi seis kilómetros de galerías a los pies del imponente pico Caldoveiro, en la vertiente tamezana, hacen de filtro natural de los arroyos que drenan las aguas recogidas en la zona más alta del puerto Marabio, antes de devolverlas al Río Villabre unos cientos de metros más adelante de su nacimiento (aunque es más que probable también, una relación directa entre esta cavidad y el origen del río), dando vida a las tierras de este bonito concejo hasta su confluencia con el Cubia en las proximidades de San Miguel.

La historia de las exploraciones en esta zona se remontan ya a la década de los setenta, cuando rampaban por nuestra tierrina algunas huestes del “León británico”, verdaderos artífices e innovadores de actividades como el barranquismo y la espeleología en muchas partes del mundo. A pesar de que comen cosas raras, ponen calcetines con chanclas en verano y hablan raro, en estas lides siempre fueron un paso por delante, de manera que cuando aquí lo más parecido a hacer montaña era irse de copas al pub Huertos del Diablo, ellos habían abierto cuevas y cañones a mansalva y algunas de estas aperturas, a día de hoy, con las técnicas y materiales actuales, serían tareas harto complicadas.

Aprovechando los trabajos de esta gente, grupos de espeleo autóctonos terminaron de matizar la exploración y cartografía iniciada por éstos. Se intentó forzar el sifón terminal (se trata de una zona sumergida donde la única posibilidad de progresión debe realizarse mediante técnicas de buceo) sin resultado alguno. Solo la adición de trazadores químicos en las aguas permitieron conocer, de forma indirecta, la conexión del sistema con el exterior, a través de la fuente Pena El Camín. A este respecto es reseñable la dificultad y el riesgo de la parte subacuática del juego, de hecho, uno de los integrantes de este grupo, creo que el descubridor de todo el tinglado, murió en este sifón. Según tengo entendido se cortó de forma accidental el hilo guía que le orientaría en su regreso a la zona emergida. Esto, unido a la turbidez de las aguas (lo que impedía la visibilidad durante su avance) provocó el fatal desenlace siendo imposible la recuperación del cuerpo.

Fuera de este oscuro matiz, la red de Vegalonga supone todo un reto para dos personas. Más que la dificultad técnica en cuanto a pozos y trabajo vertical se refiere (apenas supera los doscientos metros de desnivel desde el punto cero) predomina la exigencia física en agotadoras sesiones de progresión más o menos horizontal. Por esta razón, las primeras incursiones hicieron que replanteáramos la exploración y dado que disponíamos de una topografía, la dividimos en secciones, centrándose en una por cada fin de semana. También la época en que desarrollamos la actividad (a finales del invierno) nos impelió a dividir la investigación debido a la presencia de grandes cantidades de agua en algunas partes. En la actualidad, la cueva se encuentra en una fase activa contando con dos entradas a la misma (por el Este y por el Oeste) en la que desembocan dos cauces con caudal permanente durante buena parte del año, si bien es cierto que el arroyo proveniente del Oeste llega a secarse por temporadas, como nos señalaron algunos ganaderos de Villabre. Ya en el interior descubrimos otros aportes provenientes de diversas zonas, lo que asegura, en conjunto, una evolución morfológica del sistema en futuras… (futuras de cojones) fechas.

Interconectado con la parte dinámica de la red se hallan los niveles fósiles, donde ya no existe circulación de agua. Se trata de galerías colgadas y abandonadas por ésta en su paulatino encajamiento sobre el sustrato rocoso, dejando como testigo de su paso: depósitos de gravas redondeadas embebidas en una matriz arcillosa o sueltas (observándose tanto alojadas en oquedades de las paredes de la cueva como formando parte del suelo de las galerías), grandes acumulaciones de arcillas o también, en los pasillos más estrechos, quedando reflejados a modo de salientes y vistos en sección transversal, las cambiantes posiciones del nivel freático a lo largo del tiempo. Por supuesto, también ha quedado constancia de la presencia de agua a través de toda una variedad espeleotemática de formaciones (coladas, banderolas, columnas, gours, etc, etc). Toda esta gama de depósitos y formas nos aporta numerosos datos acerca del desarrollo del sistema, por ejemplo en relación a la velocidad, energía y tipo de flujo, la antigüedad relativa entre unos y otros, etc.

Correspondiente al sistema fósil se encuentra la tercera entrada conocida (situada entre las otras dos mencionadas antes) y que se considera la principal. Por este acceso comenzamos nuestras primeras visitas a la cueva. Desde aquí se alcanza un curso de agua que corta perpendicularmente la fuerte y embarrada pendiente de entrada en una colosal sala de dimensiones brutales. Este arroyo proviene de la entrada Oeste y la primera vez nos regaló una sonora, más bien estruendosa, bienvenida, mientras seguía su camino hasta desaparecer por un sumidero en el extremo opuesto de esta sala. A medida que aumentaban el número de veces que por allí pasábamos, el rugido iba acallándose en consonancia con la carga de agua transportada por el arroyo externo que lo alimenta. Si las condiciones lo permiten, puedes adentrarte por el sumidero, siguiendo el curso de este arroyo o bien atravesar el cauce y coger una galería elevada unos cuantos metros de altura sobre los materiales relictos abandonados por el torrente en épocas pasadas. Esta segunda opción supuso la mejor elección dada la estación en que andábamos metidos y, la más liosa sin duda.

Estamos en la puerta de acceso a un laberíntico entramado de salas, pasillos, galerías y gateras de la más diversa índole. Todo ello configurado a modo de red, con una marcada tendencia hacia el Norte, siguiendo el patrón marcado por los planos de estratificación que conforman las paredes de esta gran unidad fósil del sistema. Desgajándose de éstos, vamos recorriendo variadas y numerosas galerías (en cuanto a tamaño y longitud) a uno y otro lado. En ocasiones nos proporcionan fastuosas vistas con paredes repletas de perfectas formaciones y, otras veces, unos buenos fangales donde chapotear y arrastrarte a tus anchas, o a tus estrechas (al gusto). A pesar de tratarse de un sistema fósil, como ya dije antes, la intensa temporada de lluvias nos concedió el placer del agua. Surgiendo de la nada, en bonitas cascadas o pequeños regatos que buscan con afanosa urgencia el torrente principal, del cual somos ocasionalmente conscientes con el rumor amortiguado de su paso bastantes metros por debajo de nuestros pies. Poco a poco fuimos redescubriendo los recovecos de esta maraña de agujeros hasta enlazar con la parte activa de la cueva, donde el agua es el verdadero protagonista. Alcanzar tan ansiada cota puede lograrse desde tres puntos principales, que nos demos cuenta en este momento. Desde la galería de entrada al sistema fósil se llega a una sala de gran tamaño donde se observan dos posibilidades de progresión en la búsqueda del sifón terminal o del punto más distante posible en el río. Se puede tomar una dirección Noreste, en un largo flanqueo respecto de la dirección que lleva el río principal y empalmar con él tras un giro de casi 90º hacia el Oeste o bien instalar un pozo, donde la sala da paso a un estrecho y profundo laminador y descenderlo. Este caso es una hipótesis nuestra aún no probada, debido a la cantidad de agua que se movía por allí abajo. La tercera opción se puede concretar desde el sumidero interior del arroyo que proviene del Este y que confluye con la boca de entrada a la cueva en la macrosala de inicio. Aquí el agua desaparece por un pequeño pozo accesible en épocas de estiaje pero en aquellas ocasiones nos echó para atrás.

Después de toda esa temporada dándole a la parte inactiva de la cueva, sin saborear todavía el líquido elemento en todo su esplendor, nos dispusimos a un ataque en toda regla, después de ver como el tiempo daba una tregua y los arroyos aflojaban bastante. En esta ocasión “Los planes no salieron bien” y dieron comienzo las lluvias primaverales de este año. Supongo que las recordareis porque se nos piro Lorenzo de vacaciones, dejándonos encargados del riego del jardín… y ¡mira tú si es grande! Así que pospusimos el negocio hasta fechas posteriores, pero ya se sabe, cuando un proyecto se paraliza otros llegan para sustituirlo y cuando crecen las aguas, los barrancos se ponen muy apetitosos. Aún así, no temáis amigos, el invierno acecha con sus frías fauces y volveremos a la cripta para una segunda, tenebrosa y espero que definitiva cita con el Averno.

ANGEL GARCIA MADRERA