30 de junio de 2009

LA FOZ DE TOLIVIA

De la cuerda que une el pico Subes y el Sen de Los Mulos se abren una serie de canales en su vertiente oriental, que confluyen en los alrededores del pueblo abandonado de Tolivia dando origen a la riega de Las Cruces. Tras unos centenares de metros sin un cauce definido y generalmente seco, dicha riega se topa de bruces con una considerable banda caliza en la cual se encaja, dando cuerpo a un bonito cañón hasta su desembocadura en el río Mojizo (tributario del Sella por su izquierda orográfica). A pesar de tratarse de un corto descenso, su ubicación hace necesario disponer de un buen margen de tiempo para completar la jornada, dejando al final un gran sabor de boca cuando, como nos pasó a nosotros, disfrutas de un espléndido día de sol y los sentidos no dan a vasto para captar tantos y tantos matices engranados por la naturaleza con tal habilidad.

Iniciamos la ruta en un apartadero de la carretera en la vertical sobre el conocido Puente Vaguardo. Desde allí, cruzamos el Sella y comenzamos unos buenos repechos hasta alcanzar un puente colgado a muchos metros de altura sobre el río Mojizo (Puente Espina), casi en su desembocadura. El camino sigue su rumbo cogiendo altura y llevándonos, sin perdida posible hacia Tolivia. El impresionante paisaje pongueto hace llevadera la subida y no paramos de sacar fotos y hacer comentarios sobre las posibilidades de las canales, cumbres, cañones y ríos que se pueden observar durante todo el trayecto. En menos de dos horas estamos a las puertas del pueblo (como Aníbal el Cartaginés) decidiendo si lo invadimos o lo evitamos. El ejército de ortigas, tamaño Gasol, hacen que tomemos precauciones y nos ponemos los neoprenos, aun a riesgo de morir asfixiados, para evitar ortigarnos hasta las orejas y poder así atravesar estas ruinas cubiertas de maleza en busca de la riega. Extraño panorama pasar entre las abandonadas casas de esta aislada localidad y darte cuenta al primer vistazo (Escuela, iglesia, casas enormes, etc), de su importancia en épocas pasadas.

Nada más pasar el pueblo, viramos radicalmente el sentido de nuestra marcha y nos tiramos valle abajo siguiendo el supuesto cauce de Las Cruces, aunque durante un buen trecho apenas está marcado y por supuesto no lleva agua.
Seguimos con los “neo-saunas” puestos debido a la gran cantidad de maleza y según avanzamos parece que vamos a encontrar de todo menos un cañón con agua. Después de un “agradable” rato jugando con nuestra amiga la flora por fin se vislumbra una pared rocosa y el tema va cogiendo forma…. Sin agua, pero con forma. No tardamos en localizar la primera instalación de rápel, bueno en realidad, no tardé en localizarla, porque Justín se me retrasaba y cuando al final nos juntamos traía una cara desencajada como un muerto… en un destrepe se le movió el casco (que llevaba mal colgado fuera de la mochila) y lo que supuestamente te protege la cabeza hizo la función opuesta y lo dejó un poco tocado. En cuanto estuvimos operativos, comenzamos a superar los primeros resaltes, en seco, pero metidos de lleno en un barranco en toda regla, es decir, muy bien esculpido y sin tiempos muertos. Nada más superar el segundo rápel llegó a nuestros oídos el sonido más esperado del día (y que no eran precisamente los generados por el propio organismo humano)…El agua… abundante y fresca, brotaba con bastante fuerza de una surgencia en la base del tercer rápel dándole el punto que le faltaba al descenso. A partir de este momento, el generoso caudal nos hizo disfrutar como verderones del resto del barranco uniéndose a la fiesta, un poco más adelante, una cubierta vegetal digna de los trópicos a medida que las paredes calizas iban dejando paso a un tramo más abierto, alcanzándose el colofón a todo este embrollo natural con una cascada de unos veinte metros tapizada de musgo, ya sobre el río Mojizo.
Desde la base de este resalte, el mayor de toda la actividad, solo nos queda seguir el curso del Mojizo, dejándonos envolver por el colorido bosque de primeras y seguidamente, por una zona encajonada preciosa justo debajo de Puente Espina y con la particularidad de encontrarnos con una oquedad gigantesca en el margen izquierdo, de la que nos fue imposible sacar una foto decente debido a la falta de luz y a la enormidad del fenómeno. Pasado este espectáculo, la entrada en los dominios del Sella es inminente, quedando remontar por donde podamos hasta Puente Vaguardo, dando por finalizada una jornada de lo más completa (bueno, en realidad la jornada suele finalizar en cualquier chigre tomando birras y soltando babayadas, pero oficialmente ya se había terminado).

Para realizar este descenso en condiciones hay que tener en cuenta, pero que muy en cuenta los caudales del Sella y del Mojizo, pues tendremos que lidiar con ellos y aunque en condiciones de estiaje no ofrecen dificultad alguna, todos conocemos de sobra como se las gastan en crecida o con caudal fuerte y estaríamos totalmente vendidos nada más salir de la Foz de Tolivia, eso sin contar con el funcionamiento hidrológico de la surgencia que nutre de agua este descenso… si ya tira agua con ganas en pleno Agosto, en otras épocas, sobretodo en deshielo puede ser chunguillo el tema y en caso de tormentas repentinas es una incógnita porque no tengo ni repajolera de donde se encuentran los sumideros de dicho manantial.

ANGEL GARCÍA MADRERA

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