Entre trago y trago de café mañanero, la calenturienta imaginación de mi insigne novia logró vencer las telarañas del sueño y en cuanto insinuó las palabras “barranco”, “Buanga” y “tortilla” no me hice de rogar mucho y antes de que se lo pensase mejor, ya estaba de camino a casa de mi hermano para sablearle la cámara acuática y las llaves del local del grupo…
Aproximadamente una hora después y con la intendencia lista, salimos hacia San Andrés haciendo escala en Trubia para recoger el material necesario en tan digna empresa y, dejando el coche en el lavadero del pueblo, procedemos al pateo hasta la cabecera del río. Unos 45 minutos despu
El arroyo Buanga, que prácticamente todo el mundo en el grupo conoce y que tan buenos y urticantes momentos nos brindó en nuestra infancia, atraviesa la Sierra de Buanga transversalmente en su extremo más septentrional, aprovechando una falla geológica que corta los materiales cuarcíticos que conforman dicha Sierra. La activación de este fenómeno, hace millones de años, originó una “línea” deprimida y más debilitada por la que se encauzaron las aguas provenientes de la pequeña cuenca de recepción situada aguas arriba.

Son precisamente, las características de la roca cuarcítica las que confieren a este tipo de cañones una serie de particularidades que los diferencian de los calizos (más plásticos y engorgados): Todo el descenso se desarrolla en un ambiente muy abierto a causa de la gran dureza de estos materiales que hacen muy difícil el encajamiento de la red fluvial, por lo que las mayores dificultades que te encuentras son las abundantes y bonitas cascadas que jalonan todo el recorrido… Ésto, unido a la frondosa vegetación típica de las zonas silíceas (bosques mixtos caducifolios) convierten este arroyo, a mi entender, en uno de los mejores descensos para iniciación de la región (sobretodo cuando lo pillas alegre de caudal). La comodidad de las cabeceras para iniciar los rápeles, el número de ellos, la seguridad de poder escapar y salir airoso de posibles

A todas las razones expuestas hasta ahora, le unes la emoción de llevar a tú pareja por un lugar aislado que solo conocía de oídas y ver las caras de felicidad mientras baja por esas largas cascadas (la mayor de ellas tiene treinta metros de altura), y las de asco en alguno de los destrepes, a la orden de:
¡Agggg, mira que ARAÑA(*)!, quítala de ahí… ¡MÁTALA!, No, no. Yo por ahí no paso.

Venga guaja, tira pa´bajo que ta ahí colgada y casi ni se ve.
Y una mierda, ¡DIOS! Si hay otra al lado… ¡MÁ-TA-LAS!
¡¡PIM PAM PUM!! ¿Contenta?...
Que conste que solo quitaste una… la otra cayó por donde tengo que pasar, ¿Oiste?
¡RECRISTO! Que cruz con los bichos; (Esto para el cuello del neopreno).

Con la completa catalogación sobre la fauna invertebrada realizada por la Doctora Nerea y es que, a fe mía, no hay nada como un buen trauma infantil para desarrollar las dotes detectivescas, nos vamos acercando al final de nuestro acuático día sorteando obstáculos, echándonos unas risas, sacando fotos… “apartando bichos”, etc. Ya para finalizar, nos salimos del cauce unas decenas de metros antes de alcanzar una cabaña de madera, creo que perteneciente al ICONA. Desde allí solo nos restan unos quince minutos, primero por una senda y después por el vil asfalto, hasta volver al lavadero, donde iniciamos nuestra andadura unas cuatro horas antes… y la tortilla esperando, hummmmm…

PD: Mientras escribo estas líneas, dos garrapatas han vilipendiado mi tierno cuerpo… una cerca del culo y otra en la zona opuesta, ¡y no quiero dar más detalles!
(*)En este apartado sirven al uso los términos Ciempiés y “bichos alados”. Todo ello para diferentes puntos del recorrido.
ANGEL GARCÍA MADRERA